Colombia es un país enorme, pero tiene una zona al este donde prácticamente no vive nadie. Las tierras planas del este, cubiertas en su mayoría por la espesa selva amazónica, se consideran tierra extranjera para la mayoría de los colombianos que viven en los Andes. Hablando de montañas: se organizan en tres cordilleras distintas que cruzan verticalmente el país. Primero exploré la más oriental, donde se encuentran Bogotá y Boyacá, antes de dirigirme a la central, hogar de la famosa ciudad de Medellín.
De los páramos fríos y brumosos a la planicie caliente y húmeda entre las dos cordilleras, el cambio de clima fue brutal. Elegí rodar un día y medio por carreteras pavimentadas llanas tras una primera semana muy exigente. Si bien fue más rápido y sencillo, la elevada temperatura hizo que no fuera un paseo. Pronto aprendí que no importa donde estés en Colombia, el país siempre encontrará una forma de que tu día sea interesante.
Un día después de dejar las planicies, llegué a la vibrante ciudad de Medellín. En su momento un bastión de los narcos, se ha reinventado completamente, siendo no solo un lugar seguro sino una de las ciudades más excitantes de Sudamérica, con una gran escena gastronómica y una vida nocturna animada.
Sin embargo, esto no era para mí, o al menos no esta vez: tenía grandes planes para mi etappa por la cadena montañosa central. De Medellín, me dirigí al sur sorprendido de encontrar carreteras secundarias pavimentadas al principio, antes de volver a encontrarme en mi régimen usual de carreteras de grava bastante duras. En términos de altitud, los departamentos de Antioquía y Caldas fueron más fáciles que Boyacá, con ascensiones de hasta 3000 metros. Pero lo que tenía previsto sin duda saciaría mi sed de ascensiones gigantes.