No podía volver a casa sin probar el motsu local, lo cual nos llevó a cenar a Kuriya, un restaurante conocido por servir estas partes sobrantes de ternera y cerdo cocinados en una parrilla sobre la mesa. Este tipo de comida se ha convertido en un componente muy celebrado de la cocina Japonesa, no solo por su sabor, sino por su practicidad. El país dispone de un espacio limitado para producir y alimentar animales, así que maximizar el rendimiento es una práctica común. Más allá de lo práctico que resulte, esta costumbre respeta la vida y la energía que se ha dedicado a producir esos productos que estás a punto de ingerir. Nos sentamos fuera, en un pequeño parking, cocinando en un binchotan, una parilla especial con carbón que no genera llama cuando la grasa de la carne gotea. Este estilo de cocina conserva los sabores y también evita que la carne tenga sabor a quemado. Estoy en mi salsa. Mis conocimientos de cocina son muy útiles porque cada corte es único, y necesita cocinarse de forma distinta para alcanzar la mejor textura y sabor. Hay muchos trozos poco habituales: mejilla e hígado de ternera, mino (que es una parte especial de la tripa), garganta, entrañas, lengua, cuellos de pollo, y todo con salsas específicas para mojar.
El tradicional kanpai no deja ningún vaso vacío mientras consumimos ronda tras ronda esta carne descartara recién asada. El festivo rellenado de la copa y el cocinado de la carne en una parrilla central es un toque japonés del sentimiento universal de convivencia y hospitalidad que representa compartir una comida.
Aunque estamos completamente llenos de bebida y carne a la parrilla, no vamos a saltarnos nuestro madrugón al día siguiente para salir en bici antes de que haga demasiado calor. Para mí no es un problema, porque el jet lag me despierta y me permite salir a las 4 a.m. Las chicharras cantoras suenan como mil alarmas de coche disparadas al unísono. Parece ser que aquí es el sonido del verano.
La ruta nos lleva de Sakai hasta Kioto, empezando por el castillo de Osaka, de 450 años de antigüedad. Atravesamos la ciudad hacia un carril bici que va paralelo al río, pasamos campos de béisbol, y nos cruzamos con runners y a ciclistas de todas las edades. Paramos en un 7-Eleven para comer algo rápido y beber agua. Se trata de una experiencia muy distinta de parar en un minisupermercado respecto a Estados Unidos. Este está lleno de una fantástica selección de alimentos sanos y deliciosos. Hay onigiris y bolas de arroz de sabores como salmón, espinacas y sésamo, algas, atún, huevas picantes, atún picante y verduras. Las neveras y congeladores están llenas de comida y postres fríos, como sándwiches de huevo con yemas cremosas, muchísimos helados, fruta congelada, café helado, ocho tipos de cerveza sin alcohol, y mi nueva bebida favorita, Pocari Sweat, una bebida de electrolitos japonesa muy práctica cuando hace calor. Aquí el verano es caluroso, como 37ºC con un 100% de humedad. ¡Te asas!